sábado, 9 de junio de 2012

Desordenes sensoriales: Autismo no significa aislamiento, sino todo lo contrario.



Se suele decir que la persona con autismo vive retraída en su mundo. Encerrada, aislada. Y evidentemente sus conductas así lo demuestran. El no tener o evitar el contacto visual, evitar contacto físico o la falta de comunicación verbal son algunos puntos en común . Pero nadie nos aclara de forma sencilla el por qué de estas conductas.

Una de las teorías al respecto, la cual ha sido avalada por muchas personas con autismo al darnos su testimonio, es precisamente lo contrario de lo que a priori podíamos pensar, y es que están hiper-conectadas. Para ser más exactos, esta hiper-conexión está relacionada con una mala “sintonía” de los sentidos. Por ejemplo: Si estamos cenando en una mesa con amigos, se pueden dar tres conversaciones simultáneas, pero tenemos la capacidad de “eliminar” las conversaciones de los demás y centrarnos en la que estamos teniendo. Esto para un niño con autismo suele ser extremadamente difícil, oye todas las conversaciones a la vez, mezcladas. Si nos ponemos una camisa de seda, notaremos la suavidad del tejido sobre la piel, un niño con autismo podría percibir la sensación de que la camisa está hecha con papel de lija. Un abrazo, para él puede resultar una agresión. Y así, un sinnúmero de factores relacionados con las capacidades sensoriales del niño. Las cuales también están afectadas.

Ante esta situación de saturación sensorial, el niño tenderá a “aislarse” como un sistema de protección ante la “agresión” que percibe. Y apreciaremos todas esas conductas descritas, que sumadas a los problemas de comunicación muestra un cuadro típico de autismo.

Hay infinidad de literatura y estudios sobre los problemas relacionados con el lenguaje y la comunicación -que es sin duda un aspecto muy serio-, pero cuando hablamos de los desordenes sensoriales, la cantidad de información cae estrepitosamente. Una de las primeras acciones a realizar en la intervención en el niño con autismo suele corresponder a establecer un sistema de comunicación. Sin comunicación no hay aprendizaje, y sin aprendizaje no hay avances. Y sin avances, todos sabemos lo que sucede.

Una vez el niño comienza a comunicarse las cosas suelen cambiar y vemos como el estado en general mejora. Pero no lo que se podría conseguir en una intervención a todos los niveles. Nos dirán que esto es muy lento, que hay que tener paciencia, y es cierto, es lento y hay que tener paciencia, pero también debemos de ser conscientes de la gran importancia que tiene “sintonizar” adecuadamente los aspectos sensoriales del niño. A medida que avancemos en la integración sensorial, mayores serán los avances en el apartado de comunicación, contacto visual, socializar e incluso en aspectos como ir al baño o al alimentación. En suma, debemos abordar la intervención desde diversos frentes, por supuesto, siempre bajo la estricta supervisión de profesionales, que son quienes deberán diseñar el mejor modelo para cada niño. No lo olvidemos, la intervención debe adecuarse a las capacidades y necesidades del niño, nunca al revés.

Una acción combinada nos dará mejores resultados, y haremos que el niño adquiera capacidades un poco más rápido. Y hablando de niños, su tiempo es oro, no lo desperdiciemos.

Comprendiendo los desordenes sensoriales



Uno de los grandes problemas que presentan las personas con autismo, está relacionado en cómo perciben las sensaciones a través de sus sentidos. Estos problemas de orden sensorial generan muchas de las conductas inadecuadas de los niños con este tipo de trastorno. Una de las tareas de la terapia de integración sensorial es precisamente ayudar al niño a regular estas sensaciones.

Algunas de las reacciones más comunes son las siguientes:

Rechazo del contacto físico. Al abrazarlos o besarlos el niño muestra un rechazo. Este contacto puede ser extremadamente confuso e incluso interpretarlo como una agresión.
Los peines y cepillos, pueden provocar una desagradable sensación, es como sí usáramos un rastrillo de púas de acero para peinarnos.
El lavado del cabello, a su vez implica agua, que o bien puede dar la sensación de ardor de de todo lo contrario. Y el masaje capilar puede interpretarlo como si le estuviésemos frotando con una piedra pómez.
Cepillar los dientes, o peor aún, la visita al dentista, implica la introducción en la boca de el cepillo (o de los instrumentos del dentista), sumado a la pasta dentífrica, que genera una “explosión” de sabor en nuestra boca. Al igual que con el peinado y el lavado del cabello, es una explosión sensorial en toda regla.
El no contacto visual no significa que no nos oigan, pero si los forzamos a mirarnos mientras les hablamos, sencillamente son incapaces de procesar toda la información de forma simultánea.
Si vamos a un supermercado o centro comercial, es muy posible que el niño entre en una crisis y presente una rabieta. No es que sea un maleducado -como pensará quien nos observe- es que hemos saturado sus sistemas de procesamiento sensorial. Luces, olores, sonidos, estímulos visuales, etc. Todo un cortocircuito para alguien que no puede procesar tanta información de forma simultánea. Es fácil que el niño se haga pipí encima, aunque esto sea algo consolidado, ya que esta sobrecarga de información bloquea -literalmente- su sistema de percepciones corporales y hace que se orine encima. Los centros comerciales y supermercados son un reto a los sentidos.
Quitarse la ropa en la calle en pleno invierno es un signo evidente, es como si su ropa estuviese hecha de papel de lija. A su vez, les cuesta entender la diferencia entre frío y calor. Esto es aplicable también a zapatos y calcetines.
Otro de los problemas que es fácil encontrar es el no saber columpiarse, y que a pesar de nuestros intentos, no sea capaz de aprender a columpiarse. Cualquier niño de 6 años adquirirá la capacidad de columpiarse en unos pocos minutos, a muchos niños con autismo, este simple hecho les representa un reto. Muy habitual en niños hiper-prudentes. Sencillamente no son capaces de coordinar su propio cuerpo, y esto les produce una sensación similar al vértigo.
Estos problemas, suelen excitar mucho al niño y acrecentar sus estereotipias. Estas las usan como un sistema autorregulador emocional. Las técnicas de integración sensorial se encaminan precisamente a enseñar al niño a comprender estas sensaciones, e incluso, al reconocimiento de su propio cuerpo. Este problema de procesamiento sensorial hace que ni siquiera sean capaces de reconocer su propio cuerpo, sensorialmente hablando. Esta dificultad para entender el “yo” físico, puede sumarles en un estado de confusión, acrecentar su mala disposición y en suma, crear estados de ansiedad.

Actualmente, las técnicas de integración sensorial consiguen que muchos de estos problemas se resuelvan, y ayudan al niño a comprender mejor las sensaciones que le rodean.

Eficacia de las intervenciones de integración sensorial en niños con Trastornos del Espectro del Autismo.


Un estudio publicado en enero de este año en la revista “American Journal of Occupational Therapy”, titulado “Effectiveness of Sensory Integration Interventions in Children With Autism Spectrum Disorders: A Pilot Study” aborda la eficacia de la integración sensorial en niños con Trastornos del Espectro del Autismo (TEA). El propósito del estudio era establecer las bases para el diseño de un sistema de verificación de la eficacia de la terapia de integración sensorial en niños con Trastornos del Espectro del Autismo. Este hecho singular planteaba un reto inicial, ya que casi podríamos decir que hay tantos modelos de intervención de integración sensorial como niños.

Para poder realizar una adecuada evaluación, y medición del logro de objetivos y evolución, se usaron una serie de herramientas destinadas a la medición de los aspectos relacionados. Se seleccionaron a 37 niños de edades comprendidas entre los 6 y los 12 años de edad. De ellos 32 eran niños y 5 niñas. 21 niños tenían un diagnóstico previo de autismo y 16 de TGD ne. Se crearon dos grupos diferentes, en uno de ellos se realizó una intervención de integración sensorial y en el otro un programa de desarrollo de la motricidad fina. Los participantes del estudio se asignaron de forma aleatoria a cada uno de los grupos.

Los resultados del estudio, demuestran que las técnicas de integración sensorial funcionan, ya que los niños que siguieron este programa mejoraron más que los que siguieron el programa de motricidad fina. Muchas personas con autismo, han hablado sobre el por qué de la realización de conductas de autoestimulación, ya que les sirven como un modelo regulador que les ayuda a procesar los estímulos sensoriales que les rodean y evitan una sobrecarga. La reducción de estos movimientos de autoestimulación -que son mal interpretados por otras personas-ayuda a la inclusión social de las personas con Trastornos del Espectro del Autismo, ya que contribuye a su aceptación en el grupo.
Fuente:http://autismodiario.org:

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